Dicen que tener un amigo es tener un tesoro y cuando algunos de esos amigos perduran en el tiempo es como si se hubiese detenido la hora en la que comenzó la amistad que nos une y volviésemos a descubrir lo afortunados que somos de habernos conocido.
Este mes, eso lo valoro doblemente. Porque se casaron unos amigos muy queridos (pronto os enseño la mesa dulce de su convite) y pude recordar muchos de los momentos felices que pasamos juntos. Y, por otro lado, hace unas semanas pudimos pasar entre familia y amigos un día de campo sencillo en la finca de unos amigos de mis padres a los que quiero como si fueran de mi propia familia.

Allí encontré la tranquilidad y el sosiego con el que poder disfrutar de mi otra debilidad, la fotografía.
Los niños, lo pasaron pipa correteando arriba y abajo entre huertos, perros, caballos y utensilios de labranza.

Mi momento relax vino al caer la tarde cuando el sol se muestra más coqueto y nos regala esa luz tan especial que permite fotografías como estas.

Me encantó ver como Rubén charlaba animadamente con una de las perritas de la finca mientras Sofía corría y jugueteaba con la mirada buscando mi complicidad. Suele hacerlo mucho y yo me guirro de ver lo coqueta y lo pícara que es para la poca edad que tienen. Dicen que eso es cosa de niñas y debe ser cierto. Los tópicos en mi casa, de coquetería y brutalidad se cumplen casi a la perfección pero bueno, eso se merecería otro post. De momento, hasta aquí puedo leer.
¡Feliz miércoles!

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Un poco sobre mí

¡Hola! Mi nombre es Mamen, directora de arte en Blanco Ruso y autora de este blog personal, donde encontrarás recursos creativos para mamás todo terreno.

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