Antes de anoche un frío nada atractivo invadió mi cuerpo a eso de la media noche. Un frío, de esos nada atractivos, que recorren la espalda desde su más baja existencia hasta la nuca. Un frío, de esos nada atractivo que a día de hoy me tiene a buen recaudo en casa de los abuelos de Rubén y Sofía, bien acomodada entre mantas e ibufrofeno, rodeada de pañuelos de papel y entre algodones porque los cuidados de los abuelos son los mejores, al menos en mi caso.
Hoy como mejor me encuentro es «tirada» en el sofá con mi pequeña lapita muy cerca (Sofía) que me reclama cada minuto, rodeada de mantas y edredones tan acolchaditos como éstos. Mulliditos y coloridos que den algo de alegría a este gris resfriado.
1 comentario
Algo bueno tienen que tener los resfriados… quiero un edredón de topitos como ese… oh